Paren el Ruido

Un intento por escuchar el susurro de la verdad detrás del ruido de la mentira y la fantasía

viernes, abril 22, 2005

Hombre Muerto

Desde que escribí aquel mensaje sobre Solaris me quedé pensando en qué otras películas me han impactado por su profundidad filosófica. Sólo me vinieron a la cabeza dos: Dogville, de Lars von Trier, por su detallado análisis de la naturaleza egoísta, cruel e hipócrita de los seres humanos; y Hombre Muerto, de Jim Jarmusch, por su poética, cómica y trágica narración del camino de un ser humano hacia la muerte.


"... some are born to endless night"

Como con el personaje William Blake de la película de Jarmusch ocurre con cualquiera de nosotros: desde muy temprano se nos anuncia que "al final de la vía" encontraremos la muerte. Pero como con todo en la tragicomedia humana, ignoramos el aviso y así perpetuamos nuestro placentero sueño.

O podemos aceptarlo y aprender algo valioso: humildad y el verdadero valor de las cosas.

Don Juan Matus se lo explicó a Castaneda del siguiente modo:

[...] Inmerso en mis sentimientos de depresión, no lo vi inclinarse sobre mí hasta que me susurró algo al oído. No entendí al principio, y él lo repitió. Me dijo que volviera la cabeza como al descuido y mirara un peñasco a mi izquierda. Dijo que mi muerte estaba ahí, mirándome, y que si me volvía cuando él hiciera una seña, tal vez fuese capaz de verla.

Me hizo una seña con los ojos. Volví la cara y me pareció ver un movimiento parpadeante sobre el peñasco. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, los músculos de mi abdomen se contrajeron involuntariamente y experimenté una sacudida, un espasmo. Tras un momento recobré la compostura y expliqué la sombra fugaz que había visto como una ilusión óptica causada por volver la cabeza tan repentinamente.

- La muerte es nuestra eterna compañera - dijo don Juan con un aire sumamente serio -. Siempre está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo. Te vigilaba cuando tú vigilabas al halcón blanco; te susurró a la oreja y sentiste su frío, como lo sentiste hoy. Siempre te ha estado vigilando. Siempre lo estará hasta el día en que te toque.

Extendió su brazo y me tocó levemente en el hombro, y al mismo tiempo produjo con la lengua un sonido profundo, chasqueante. El efecto fue devastador; casi volví el estómago.

- Tú eres el muchacho que acechaba a su caza y esperaba pacientemente, como la muerte espera; sabes muy bien que la muerte está a nuestra izquierda, igual que tú estabas a la izquierda del halcón blanco.

Sus palabras tuvieron la extraña facultad de provocarme un terror injustificado; la única defensa era mi compulsión de poner por escrito todo cuanto él decía.

- ¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando? - preguntó.

Sentí que mi respuesta no era en realidad necesaria. De cualquier modo, no habría podido decir nada. Un nuevo estado de ánimo se había posesionado de mí.

- Cuando estés impaciente - prosiguió -, lo que debes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo a tu muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote.

Volvió a inclinarse y me susurró al oído que, si volteaba de golpe hacia la izquierda, al ver su señal, podría ver nuevamente a mi muerte en el peñasco.

Sus ojos me hicieron una seña casi imperceptible, pero no me atreví a mirar.

Le dije que le creía y que no era necesario llevar más lejos el asunto, porque me hallaba aterrado. Él soltó una de sus rugientes carcajadas.

Respondió que el asunto de nuestra muerte nunca se llevaba bastante lejos. Y yo argumenté que para mí no tendría sentido seguir pensando en mi muerte, ya que eso sólo produciría desazón y miedo.

- ¡Eso es una idiotez! - exclamó -. La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: "Todavía no te he tocado".

Meneó la cabeza y pareció aguardar mi respuesta. Yo no tenía ninguna. Mis pensamientos corrían desenfrenados. Don Juan había asestado un tremendo golpe a mi egoísmo. La mezquindad de molestarme con él era monstruosa a la luz de la muerte.

Tuve el sentimiento de que se hallaba plenamente consciente de mi cambio de humor. Había vuelto las tablas a su favor. Sonrió y empezó a tararear una canción ranchera.

- Sí - dijo con suavidad, tras una larga pausa -. Uno de los dos aquí tiene que cambiar, y aprisa. Uno de nosotros tiene que aprender de nuevo que la muerte es un cazador, y que siempre está a la izquerda. Uno de nosotros tiene que pedir consejo a la muerte y dejar la pinche mezquindad de los hombres que viven sus vidas como si la muerte nunca los fuera a tocar.

Permanecimos en silencio más de una hora; luego echamos a andar nuevamente. Caminamos sin rumbo, durante horas, por el chaparral. No le pregunté si eso tenía algún propósito; no importaba. De alguna manera, me había hecho recobrar un viejo sentimiento, olvidado por completo: el puro gozo de moverse, simplemente, sin añadir a eso ningún propósito intelectual. [...] [Carlos Castaneda, Viaje a Ixtlán, p. 61-64]


Con toda la mezquindad que nos domina, ¿quién de nosotros puede entender realmente el asunto de su propia muerte? Y si no entendemos la nuestra propia, ¿cómo entender la de los demás?:

Saldo de muerte de civiles en Iraq excede 100,000

29 octubre 2004
NewScientist.com news service
Shaoni Bhattacharya

La invasión de Iraq en marzo 2003 por fuerzas de la coalición ha llevado a la muerte de al menos 100,000 civiles, revela el primer estudio científico para examinar el asunto.

La mayoría de estas muertes, que son además de las que normalmente se esperaría de causas naturales, enfermedad y accidentes, ha sido entre mujeres y niños, encontró el estudio, dado a conocer por The Lancet el jueves.

La causa más común de muerte es como resultado directo de violencia, en su mayor parte ocasionada por ataques aéreos de la coalición, revela el estudio de casi 1000 casas esparcidas por Iraq. Y el riesgo de muerte violenta justo después de la invasión fue 58 veces más grande que antes de la guerra. El riesgo de muerte en general fue 1.5 veces más después de la invasión que antes.

La cifra de 100,000 - estimada al extrapolar el saldo de muertes de las casas investigadas con la población total - está basada en "suposiciones conservadoras", según nota Les Roberts de la John Hopkins Bloomberg School of Public Health, Baltimore, EU, quien dirigió el estudio.

Ese estimado excluye Fallujah, un lugar central de violencia. Si los datos de esta ciudad se incluyen, el estudio apunta hacia 200,000 muertes en exceso desde el inicio de la guerra. [...]

Ciertamente no son los "halcones" del Pentágono quienes entienden lo que es morir. Tan inmortales se sienten que para ellos la muerte de una familia entera es sólo un número en un papel. Tan egoístas y arrogantes son que no dudan que "Dios" está de su lado.

La gente de Fallujah, esa sí debe saber lo que es la muerte.



1 Comments:

  • At 8:08 p.m., Anonymous Anónimo said…

    La muerte del cuerpo es un problema menor (aunque ineludiblemente inmediato) si nos damos cuenta de que el verdadero Tema de Temas sería: Cómo escapar de las interminables reencarnaciones.
    Lográndolo no habría un cuerpo físico que nos limite o usen para esclavizarnos, y de paso, dejaríamos al Depredador sin alimento.

     

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