Paren el Ruido

Un intento por escuchar el susurro de la verdad detrás del ruido de la mentira y la fantasía

martes, marzo 22, 2005

Dos soldados dos

Lean esta historia:

Soldados filman batalla en Iraq y la editan para hacerla videos musicales llenos de muerte y destrucción. Y muestran su obra como entretenimiento.

Por Louise Roug
Escritora del Times

14 de marzo, 2005

Baqubah, Iraq - Cuando Chase McCollough regresó a casa en noviembre, trajo una película hecha por sus compañeros solados en Iraq. En su primera noche de regreso en casa de sus padres en Texas, mostró el video a su novia, familia y amigos.

Esto es lo que vieron: un puñado de soldados estadounidenses filmados a través de la neblina verde de lentes de visión nocturna. Comunicación de radio entre dos soldados suena al fondo antes de ser extinguida por música de heavy-metal.

"No necesito tu perdón", comienza la canción de la banda Dope a medida que se desarrollan las imágenes: soldados armados posando en frente de vehículos de guerra Bradley, dos mujeres cubiertas en abayas negros caminando a lo largo de un camino cubierto de polvo, una mezquita de domo azul, un poster del clérigo radical Muqtada Sadr. Entonces, al fuerte ritmo de la música - "Muere, no necesitas tu resistencia. Muere, no necesitas tus oraciones" - cadáveres decapitados y quemados llenan la pantalla.

"Es como un trofeo, algo para guardar", dijo McCullough, de 20 años de edad, cuando estaba de vuelta en su atiborrada vivienda del Campamento Warhorse cerca de Baqubah. "Yo estuve ahí. Yo hice esto." [...]

"No molesta tanto tomar fotos del tipo que te estaba disparando", dijo mcCullough. Luego añadió que no había visto fotos de soldados de EU muertos. "Eso es un poco demasiado morbo, un poco demasiado cercano a casa." [...]

McCullough estaba sorprendido de que su video favorito resultara perturbador para sus seres queridos en Texas. [...]

Brandi McCullough, entonces su prometida y ahora su esposa, dijo que entró al cuarto cuando estaba mostrando los videos a sus amigos que estaban "gritando y aullando".

La joven de 18 años de edad estaba impactada por las imágenes de "partes de cuerpo faltantes, bombas explotando y gente siendo disparada".

"Es espantoso", dijo por teléfono desde Texas. "Chase nunca me habló de nada esto desde allá, y yo veo las noticias, pero no todo el tiempo. No sabía que había tanta" violencia. [...]

La persona que comparte el cuarto [con McCullough], el sargento Benjamin Bronkema de Lafayette, Ind., de 30 años, dijo que estaba sorprendido de que nadie hubiera tratado de vender las películas aún.

"Si tuviera una copia, y MTV llamara, la vendería", dijo. Añadió que los videos no son diferentes de lo que hay en una pantalla en el cine, mostrando violencia glorificada.

"No es más gráfico que Salvando al Soldado Ryan", dijo. "Para nosotros, no es diferente a ver una película."

Que la esposa de McCullough no tenga idea de que la guerra implica "tanta" violencia, y que su compañero de cuarto sea incapaz de distinguir la realidad de la ficción son cosas ya bastante malas; pero lo peor de todo es sin duda la incapacidad de McCullough y de los otros soldados de sentir la más mínima empatía por otros seres humanos. No tienen el más básico remordimiento moral ante la destrucción que han provocado, y tal es su "in-humanidad", que todo el asunto les parece digno de orgullo y tan entretenido como una película o un videojuego.

Ahora comparen con esta otra historia:

Recobrando mi humanidad

Por Camilo Mejia

Fui enviado a Iraq en abril de 2003 y regresé a casa con un permiso de dos semanas en octubre. Regresar a casa me dio la oportunidad de poner mis pensamientos en orden y escuchar lo que mi conciencia tenía que decir. La gente me preguntaba acerca de mis experiencias de guerra y contestar me regresaba a los horrores - las batallas, las emboscadas, la vez en que vi a un joven iraqí arrastrado de los hombros por encima de una alberca de su propia sangre o cuando un hombre inocente fue decapitado por nuestro fuego de ametralladora. La vez en que vi a un soldado derrumbarse por dentro porque mató a un niño, o a un viejo en sus rodillas, llorando con sus brazos en alto hacia el cielo, quizá preguntando a Dios por qué nos habíamos llevado el cuerpo sin vida de su hijo.

Pensé acerca del sufrimiento de la gente cuyo país estaba en ruinas y que fueron humillados aún más por los ataques, patrullajes y toques de queda de un ejército que ocupa su tierra.

Y me percaté de que ninguna de las razones que se nos dijeron acerca de por qué estábamos en Iraq resultaron ser ciertas. No había armas de destrucción masiva. No había conexión entre Saddam Hussein y al Qaeda. No estábamos ayudando al pueblo iraqí y el pueblo iraqí no nos quería allí. No estábamos evitando el terrorismo o haciendo a EU un lugar más seguro. No pude encontrar una sola buena razón de haber estado ahí, por haberle disparado a gente y por haber sido disparado.

Regresar a casa me dio la claridad de ver la línea entre el deber militar y la obligación moral. Me di cuenta de que yo era parte de una guerra que creía inmoral y criminal, una guerra de agresión, una guerra de dominio imperialista. Me di cuenta de que actuar conforme a mis principios se volvió incompatible con mi papel militar, y decidí que no podía volver a Iraq.

Al bajar mi arma, escogí reafirmarme como un ser humano. No he desertado al ejército ni le he sido desleal a sus hombres y mujeres. No he sido desleal al país. Sólo le he sido leal a mis principios. [...]



Camilo Mejia: "Denle una oportunidad a la paz"

¿Cómo puede ser posible que dos personas de antecedentes similares y enfrentando una misma situación reaccionen interna y externamente de modos diametralmente opuestos? ¿Por qué McCullough es incapaz de sentir el horror de la injusticia y del dolor de los demás que son tan claros para Mejia? ¿Por qué éste último toma decisiones en defensa de sus principios y su humanidad mientras que el primero las toma como lo haría una máquina sin sentimientos genuinos?

Hay una tradición esotérica que ofrece una explicación. Según escribe Boris Mouravieff en Gnosis, no hay una raza de seres humanos, sino dos. La distinción no se puede percibir físicamente. No hay diferencias de color de piel ni apariencia. Ni siquiera hay diferencia de capacidades intelectuales. La distinción, dice Mouravieff con palabras más o menos, es que una raza tiene el germen del alma y la otra no.

Los miembros de la primera pueden realizar el trabajo esotérico que los lleve a la meta de asentar o fusionar el alma en su personalidad, liberándolos finalmente de la Matrix que es el planeta Tierra. Los miembros de la segunda no sólo no pueden hacerlo, sino que son incapaces de experimentar una genuina empatía o amor objetivo, y por tanto sólo se ocupan de su bienestar personal. Normalmente es casi imposible distinguirlos porque quienes tienen un embrión de alma no se han ocupado de desarrollarla, y quienes no la tienen son muy buenos para fingirla.

¿Será cierto? Es una proposición difícil de aceptar, pero explicaría muy bien por qué nuestro mundo se encuentra en el estado en el que está.

(Pueden leer más sobre esta tradición esotérica en este artículo sobre las dos razas.)